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Belém | Contexto histórico

Bautizado con el nombre de la estrella guía, Belém fue, a lo largo de los siglos, un poco de todo. Aldea rural en la Edad Media, puerto marítimo de los Descubrimientos portugueses, lugar de fincas aristocráticas, sede del gobierno luso después del terremoto de 1755, zona industrial en el siglo XIX, playa de baños cuando llegó la moda del veraneo, escenario de la Exposición del Mundo Portugués en 1940, escenario de la adhesión de Portugal a la CEE y, por último, uno de los más importantes polos turísticos de Lisboa en el que, junto a la proximidad del río, el visitante puede encontrar museos, monumentos y jardines históricos.
 

Población ribereña, Restelo, posteriormente denominado Belém, empezó siendo una pequeña aldea agrícola y pesquera. 

Con la reactivación de los puertos, a partir del siglo XIII, su vocación marítima se exacerbó ya que, debido a su amplio fondeadero natural, se convirtió en el puerto de mar de Lisboa, disfrutando por ello de algunos beneficios especiales. Se sabe que en el siglo XV poseía una pequeña ermita dedicada a Nuestra Señora de la Estrella, protectora de los navegantes. El infante D. Henrique mandó ampliarla y la dejó bajo tutela de los monjes de la Orden de Cristo. Junto a esa ermita, Vasco da Gama haría su vigilia en la víspera de su partida hacia la India.

Las construcciones de la Torre de S. Vicente de Belém y del Monasterio de los Jerónimos, a principios del siglo XVI, hacen que el lugar cobre más importancia, asociándolo para siempre a la epopeya de los Descubrimientos.  

El desarrollo comercial de este puerto y la belleza del paisaje llevaron a algunas familias nobles, también con intereses comerciales, a adquirir aquí terrenos para construir palacetes de veraneo. El palacio quinientista de Praia, perteneciente a Manuel I de Portugal –cuyos últimos vestigios desaparecerían en la década de 1940– fue uno de los primeros. Otros le seguirían.

Los encantos de Belém suscitarán también en João V, siglos más tarde, el deseo de poseer aquí una gran propiedad. Por ese motivo adquiriría varias fincas anexas, en una de las cuales nacería el actual Palacio de Belém.

En ese palacio se encontraba la familia real el día del terremoto de 1755, gracias a lo que, además del susto, no hubo que lamentar heridos. El hecho de que el eje Belém/Ajuda escapase indemne a tamaña desgracia hizo que se ponderase, en un primer momento, construir aquí la nueva capital. A pesar de que la idea no cuajó, el rey mandó construir un palacio de madera en el alto de Ajuda, conocido como la Real Barraca, que albergaría a la familia real hasta finales del siglo XVIII, momento en el que fue consumido por un incendio. La corte se desplazó entonces a Queluz, al mismo tiempo que se iniciaba la construcción de un palacio, esta vez de piedra, en Ajuda.

Con el traslado de la familia real y de la corte a Brasil durante las invasiones francesas, Belém pierde una parte de su carácter aristocrático. Como contrapunto, se aburguesa, mientras que en las inmediaciones se empiezan a instalar varios núcleos de fábricas con sus barrios y patios obreros. Nada de esto impide que, a partir de mediados del siglo XIX, Belém se convierta en un destino de veraneo. Es sabido que la reina María II iba, con los príncipes, a bañarse en la playa de la Torre (de Belém) y en Pedrouços.

La preferencia de Luís I por Cascais deja estas playas libres para la burguesía lisboeta que, en “americano” (carruajes de tracción animal sobre vías) o en tren, llega aquí y se instala entre septiembre y octubre para disfrutar de sus vacaciones. Teatros, kermeses, bailes, y la famosa Feria de Belém, con sus restaurantes ambulantes, barracas de juguetes, vajillas y ferreterías, animan la época estival.

En 1862 regresa la corte, cuando el rey Luís I y la reina Maria Pia se instalan en el Palacio da Ajuda. Más tarde, el futuro rey Carlos I, junto a su joven esposa Amélia de Orleães, habitará, hasta la muerte de su padre, el Palacio de Belém. La implantación de la república acaba con 800 años de monarquía. Sin embargo, el nuevo régimen también será seducido por Belém e instalará allí, a partir de 1911, la residencia oficial del Presidente de la República, en el Palacio de Belém.

En 1940, en el ámbito de las celebraciones del Doble Centenario, se realiza delante de los Jerónimos la Exposición del Mundo Portugués, cuya construcción determinó una reestructuración urbanística de toda la zona circundante, que se prolongaría más allá de la exposición con la construcción de nuevos barrios en Ajuda y Restelo.

La carga simbólica de Belém sigue siendo una realidad hoy en día. No fue una casualidad que la entrada de Portugal en la CEE se formalizase en los claustros de los Jerónimos. En 1992, el Centro Cultural de Belém fue intencionalmente ubicado en el lugar antaño elegido por Cottinelli Telmo para el Pabellón de los Portugueses en la Exposición del Mundo Portugués de 1940. De esta manera se cerraba el lado occidental de la Praça do Império con un edificio monumental cuya primera función fue acoger la primera presidencia portuguesa de la Unión Europea.

Margarida Magalhães Ramalho/ Historiadora

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